"Bienaventurado sea el instante perenne en el que el Hombre Se encuentre con lo que Es"

lunes, 14 de mayo de 2012

.De los ojos también se arranca una jerga




Todo trabajo de licitación de caracterologías es siempre producto de una renovación consensuada en toda entidad cuya estructura asimile los determinismos del cambio, así la incertidumbre que nutre cada dispositivo, piénsese como agente propio y circunstancial, protege la totalidad del organismo evidenciando las redes que lo constituyen. Los paradigmas se nutren de precisión a través de la inscripción tópica de la temporalidad, que acaecida en los circuitos determina las correlaciones estratégicas de la pluralidad identificadora de la decisión en conjunto. Así lo constituyente del cambio no deviene en la modificabilidad o calibración de una lógica basada en la ecología presente. La continuidad debe ser nutrida por la modulación actualizante, cuya proscripción no re-vuelve la información en modo de circularidad, no confluye en tanto sincronía tácita ni utilitarismos de gran abarcabilidad que propongan tendencias de emplazamientos mutuos  ni divulguen la regla de un pasado a su presente, a vísperas de una visión auto-fundante lejos de la complejidad que ejerce la ontología del acto mismo. Los fundamentos de toda teorización propician la distinción entre sus pilares y el acierto de su distribución condensada; un nudo cuyo broche es imperceptible al ojo atomizador de distinciones. La determinación conceptual sólo conoce de actos cuya procedencia y precedencia engendra y localiza la solidez para sí, y a  de sus propios trazos.  

                                        Es(es)pectadores; les saluda esta máquina.

El espacio de una entidad propia no remite a su constitución delimitada de producción in-propia, sino a la competencia implícita de definir sus límites bajo la atención y tensión característica del modulo actuante. La conciencia de una correlación que no sustenta distinciones del tipo “eslabón de cadena” proscribe una extenuación discursiva por parte del actor puro, aquel que hasta inhibe la particularización del cambio también evacúa la diste lución de una armonía interrelacional; el deber y el derecho del espacio nunca son posibles desde aquellos mismos, si se piensan como pensantes, como hechos para propiciar un cambio. La responsabilidad reside en el “en-cambio”, y esta se materializa en la indiferenciación concientizada, que la viabilidad del sistema sólo es posible sin pausas de conciencia de trabajo. Aquí  la ética de una labor se funda en la sincronía del percance de la transformación, el respeto por el compañero se deduce en la indiferenciación de aquel que confluye en pos de la circunscribidad; “así en uno con así-el otro”.

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